lunes, 10 de octubre de 2011

Irena Sendler:
El premio Nobel que no fue

La concesión del Premio Nobel de la Paz a Ellen Johnson-Sirleaf, Leymah Gbowee y Tawakul Karman ha permitido al presidente de la Academia Sueca afirmar que la democracia no puede asentarse en los países sin la participación de las mujeres.

Si tenemos en cuenta que únicamente 15 mujeres han ganado este premio en los 110 años desde que se instituyó, y en esta especialidad son las más, no es mucho el aprecio que sienten los hombres de la Academia Sueca por la labor abnegada y heroica de tantas mujeres. Sólo 43 mujeres han sido laureadas en el total de los premios Nobel. Es decir, de un total de 813 personas galardonadas, lo que supone una cuota femenina global del 5,29%.   Una de las grandes olvidadas fue, sin duda, Irena Sendler, quien en 2007, lo perdió a favor del ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.




Irena Sendler o Sendlerowa (Otwock, Varsovia, 15 de febrero de 1910 - Varsovia, 12 de mayo de 2008), conocida como "El Ángel del Gueto de Varsovia", fue una enfermera polaca que durante la Segunda Guerra Mundial ayudó y salvó a más de dos mil quinientos niños judíos prácticamente condenados, arriesgando su propia vida.

«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad.»

Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia que operaba los comedores comunitarios de la ciudad, cuando Alemania invadió el país en 1939. Gracias a Irena, estos comedores no solo proporcionaban comida, asistencia financiera y otros servicios para huérfanos, ancianos y pobres; sino que sumaron la entrega de ropa, medicinas y dinero a las familias judías. Para evitar las inspecciones, se las registraba bajo nombres católicos ficticios y se las anotaba como pacientes de enfermedades muy contagiosas como el tifus o la tuberculosis.

En 1942, con la creación del gueto judió en Varsovia, estas familias estaban abocadas a una muerte segura.

Horrorizada por las condiciones en que vivían los judíos, Irena se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota, organizado por la resistencia polaca. La joven fue una de las primeras organizadoras del rescate de niños judíos. Irena logró obtener un pase del Departamento de Control Epidémico de Varsovia para poder ingresar al gueto en forma legal. Iba diariamente con el fin de reestablecer contactos, llevar comida, medicinas y ropa vistiendo un brazalete con una estrella como signo de su solidaridad para con los judíos.  Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él.

Comenzó a sacar a los niños en una ambulancia como victimas del tifus, pero enseguida bolsas de arpillera, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercadería, bolsas de papas, ataúdes... cualquier elemento se transformaba en una vía de escape en manos de Irena. Otros métodos incluían una iglesia que tenía dos accesos, uno del lado del gueto y el otro en el lado ario de Varsovia. Los chicos entraban a la iglesia por un lado como judíos y salían por el otro como cristianos.


Elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos.  A continuación, los alojaba en casas, conventos u orfanatos. El único registro de sus verdaderas identidades lo conservaba en frascos enterrados debajo de un árbol de manzanas en el patio de un vecino, frente a las barracas alemanas. Tenía la esperanza de algún día poder desenterrar los frascos, ubicar a los niños e informarles de su pasado. En total, los frascos contenían los nombres de 2.500 niños.

El 20 de octubre de 1943, Irena fue detenida y encarcelada por la Gestapo. Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus asociados o a cualquiera de los niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Irena paso tres meses en la prisión de Pawiak donde fue sentenciada a muerte.

Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un "interrogatorio adicional". Al salir, le gritó en polaco "¡Corra!" Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes. Irena continuó trabajando con una identidad falsa.

Al finalizar la guerra, Irena desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500 niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familias en los campos de concentración nazis.

La vida de esta heroína ha sido llevada a la pequeña pantalla por la CBS en The Courageous Heart of Irena Sendler, donde ha sido interpretada por la ganadora de un Oscar (aunque quizá más conocida por "True Blood") Anna Paquin.

Otros enlaces: 1 y 2

3 comentarios:

  1. En defensa de mi país de adopción he de decir que el Nobel de la Paz no lo da Suecia sino Noruega. Las barrabasadas que se hayan hecho en las demás categorías, esas sí que son cosa de suecos.

    No conocía la historia de esta mujer. Gracias por compartirla. Sinceramente, creo que un premio de la paz que se entrega, entre otros, a un tipo que ordena asesinatos no tiene ya ningún sentido.

    ResponderEliminar
  2. Qué bonita historia. Bueno, de bonita no tiene nada (tú me entiendes). Lo bonito es la entrega incondicional de esta mujer y todo el bien que hizo. Hay tantas personas "pequeñas" que han salvado a tantos en la historia del holocausto nazi, que seguirán filtrándose miles de historias como ésta a lo largo de los años.
    Anele.

    ResponderEliminar
  3. Kutxi, cuánta razón tienes. El Nobel de la Paz es el único que se entrega en Oslo (no tenía ni idea).

    Anele, Irena Sendler estuvo un poco agobiada por el eco mediático que tuvo que la reconocieran como esa enfermera. Simplemente, quería estar tranquila en su vejez, así que, seguramente también murió muy feliz sin su Nobel.

    ResponderEliminar

Vuela a la luna