Punto por punto

Una de las cosas buenas que me ha aportado esta horrible etapa de mi vida, es el punto. Mi amiga E me regaló en Reyes un estupendo set de agujas, lanas y cestillo. Sólo faltaba el gatito roneando. El regalo incluía el compromiso de tejer una bufanda en un año. 

Muy probablemente, si no hubiera vivido el aciago invierno que he vivido, la bufanda no estaría terminada  aún, pero yo ya he cumplido mi compromiso.  La señora que limpia la oficina me da lecciones de punto los martes y los jueves. Al final, terminó enganchando a alguna compañera más y los mediodías de mi oficina pintan más o menos así...

En realidad, me pongo ahí dale que dale en casa, como las abuelitas. Después de cenar, una buena peli y el cestillo. En los primeros puntos, necesitaba estar tan atenta que me ayudaba mucho a desconectar de mis problemas y centrarme sólo en la bufanda, en contar puntos y en los agujeros que he dejado por medio. Y así, sin pretenderlo mucho, hacer punto se ha convertido en una muy buena vávula de escape que me ha ayudado mucho todo este tiempo.

Este rollo personal que os cuento es para justificar mi enamoramiento con este bol.  El cestillo de paja de mis lanas está muy bien pero, no me digáis que este invento no es bonito y original.  Los hace Marietta y los vende en Etsy,  por unos 30 €.  Un poquito caro, me parece a mí, pero claro, es que los hace a mano y por encargo, de hecho, tiene tal demanda que hasta mediados de julio no hay entregas.  ¡Menudo negocio se ha montado Marietta!