Tal y como esperábamos, Cuenca no nos ha defraudado. A pesar de que yo haya vuelto con un resfriado y unos dos kilos de más. ¡Qué cerquita está de Madrid! En menos de dos horas estáamos allí plantificados el mismo viernes. Consensuamos dejar el turismo para el fin de semana y empezamos con el turismo de barra de bar. (Posteriormente abordaré este tem, je).
El sábado nos levantamos temprano para ir
al nacimiento del río Cuervo. Hicimos una ruta de senderismo muy agradable, bordeando el río y subiendo hasta las cascadas donde nace. Es una ruta preciosa y muy sencilla, apta para todos los niveles y que nos sentó genial en el cuerpo.
¿Cómo no? Ir a la
Ciudad Encantada era una obligación. A este pedrusco de la foto, lo rebautizamos como Oklahoma. Sobran las explicaciones. El resto de las formaciones rocosas también eran llamativas... mi problema es que, tras haber visitado
Monument Valley, pues la Ciudad Encantada me pareció bastante descafeinada.
De vuelta a Cuenca, paramos también en
el ventano del diablo. La tradición popular atribuia la existencia de este mirador tan espectacular a la acción del diablo. Desde esta peña hueca y abovedada como un enorme cráneo, el diablo organizaba sesiones de brujería y empujaba al abismo a todo aquel que se asomara por los balcones abiertos al vacío. Aprovechando que estábamos solos, yo decidí exorcisar algunos de mis diablos a base de gritos. (¿Es posible que dolor de garganta se deba a eso y no al resfriado?)
En la parada para comer, nos lanzamos a las recomendaciones culinarias de la zona, claro está.
Ajoarriero. ¡Qué rico! Nos gustó tanto que, por la noche, nos lo comimos en versión croqueta.
Morteruelo. Muy rico también... aunque me gustó más el ajoarriero.
En Cuenca, mucha cuesta arriba y mucho adoquín. Lo más destacable, como todo el mundo sabe, las
Casas Colgadas. En realidad, la mitad de las casas de Cuenca están medio asomadas al vacío pero estas son las más famosas. Como muestra de mi incultura, yo pensaba que el concepto "casas colgadas" hacía referencia a todas, pero parace ser que sólo aplica a estas tres.
Visitamos la
Catedral, el puente nuevo (la grapa), alguna iglesia perdida, lo intentamos con el museo de arte abstracto... y por supuesto, los bares.
Por primera vez en mi vida, me han puesto un aperitivo previo al aperitivo. Véase...
Tres cañas, con tres cremas de verduras. La crema no es la tapa, no, sino el previo a la tapa... que llegó después...
Y repetimos... pedimos otras 3 cañas...
De acompañamiento nos ponen 3 raciones de ensalada campera. Pero... la tapa llega después.
Resumiendo, un sufrimiento: naturaleza, buena comida y al ladito de casa. Una escapada perfecta.